lunes, 21 de diciembre de 2015

Shh.
No me mires, no me mires, no me mires.
No respires, no alces la vista, no me hables.
Cierra los ojos, agacha la cabeza, solo escucha.
No te atrevas a mirarme, a analizar mi cuerpo desnudo cubierto de sangre.
Ni siquiera se te ocurra sonreír.
No me busques, no me sigas.
Silencia tu mente por un momento, sumérgete conmigo.
Escúchame.
Me lo pusiste muy difícil.
Llegaste e hiciste un alboroto desde el primer momento, desde la primera mirada.
No me mires, que me hundo.
No me cansé nunca de mirarte. No me canso.
No me cansé de escucharte.
No me cansé de descubrirte todos los días.
Nuestro viaje se acabó antes de que me diera cuenta.
La burbuja se reventó, o la reventaste, y la explosión resonó en mi cabeza.
El estallido casi detona, de paso, a mi corazón.
El pitido en mis oídos recreaba escenas de otras vidas en la mía.
En la tuya. En la nuestra. Imposible.
Te vi huir y sin pensarlo te quise seguir...
Debí dejarte ir. Debo dejarte ir.
Me equivoqué, lo siento.
No era mi intención hacer que te detuvieras, no quería huir de ti.
Quería huir contigo.
Hoy no me enseñes los esqueletos de los sueños que naufragaron en tus orillas.
Ciérrame los ojos con un beso y déjame imaginar que no existe nada de eso.
Oblígame a no regresar al dolor.
Arrúllame con mentiras, si así lo deseas, pero no me dejes despertar.
Hoy me urge mucho que me regales las sonrisas de antes, que tus ojos se escapen,
que tus manos todavía me den miedo.
Convénceme de que todo va a salir bien.
Cuéntame una historia donde soy el héroe y no fracasé.
Pon las cartas sobre la mesa y no importa si por el momento no te entiendo,
no dejes de explicarme. No me dejes volver al mundo real todavía.
Todavía no quiero admitir que me lastima mi cama vacía.
Todavía no quiero dejar de verte.
Todavía no quiero aceptar que te fuiste.
Todavía no quiero afrontar que debes irte.

Ninguna eres tú.

Debo dejar de verte tanto.
Creo que tengo que parar de querer
encontrarte en cualquier lugar.
Dejar de buscar tu mirada que ya no está
y olvidarme de tu risa.
También debo dejar de sonreír
cuando me torturo y busco
mis fotos favoritas de ti,
y de tener mi colección tan a la vista.
Tengo que dejar de caminar
sobre los pasos que ayer
me llevaron a tu casa.
Y dejar de contarte que todo
está bien aunque no estés;
qué tal si algún día te lo crees.
Quería conocer gente nueva,
pero luego fue imposible parar.
Parar de decirle a todas que no,
porque nacieron con un defecto,
porque ninguna eres tú.

martes, 1 de diciembre de 2015

Qué desesperante es quererte.
Qué difícil verte sin poder tenerte. Desearte sin poder decirlo.
Hace ya unos cuantos meses que estoy en el filo de la puerta.
A estas alturas quién sabe ya si soy yo la que no quiere entrar o tú quien me lo impide.
No tienes vergüenza, mirándome así cuando me tienes esperando. Las suelas de mis zapatos ya tienen huecos de todas las vueltas que le he dado al asunto.
Miles de besos y te quieros hierven en mi mente pero nunca escapan.
Los tengo prisioneros junto con todos mis impulsos por ir a buscarte.
Saboreo tu nombre antes de soltarlo. Está amargo ya, casi como todos tus recuerdos.
A veces te observo y me dan ganas de gritarte que despiertes.
En las noches te veo caminar dormida y en el día también.
No siempre estás despierta. De hecho, hace mucho que no despiertas.
El patio está lleno de cosas que nos habíamos regalado.
Debo admitir que hay cosas ahí que ya no recordaba, pero sigue doliendo verlas.
Las flores están muertas desde hace meses. No todas, pero ya nadie las riega.
Quiero salvarlas, quiero salvar todo.
Veo todos los días pasar desde el filo de la puerta.
No me muevo porque si se cierra, me voy a quedar afuera.
Aunque me niego a aceptar que ya llevo mucho tiempo ahí.
Quiero que vengas a detener la puerta...
Voy por las cosas y regreso.
No te vayas.
No me dejes.
No me destierres.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Host of a ghost

Hay un huésped incómodo en tu casa.
Cuando sales me pregunta por ti, que cuándo regresas.
No entiendo si yo soy el intruso, o si es él.
Me acorrala en los baños y me hace preguntas inapropiadas.
Siembra ideas en mi cabeza y se ocupa de siempre regarlas.
Se esconde en las esquinas, nos espía y te amenaza con la mirada.
Busca siempre desconcentrarme, pone trampas para tropezarme.
Después de este tiempo conviviendo con ustedes, tengo más cicatrices.
De por sí en esta casa está todo muy oscuro.
Curas mis heridas pero escondes al culpable.
Dices que me quieres, pero si me acerco te alejas.
Ya no sé qué duele más.
Ya no sé qué quiero.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Me estás matando.
Te convertiste en un collage de mis peores recuerdos.
Te robaste un poco de aquí, un poco de allá, lo mezclaste y lo serviste en un vaso que me obligaste a tomar. Me dejaste afuera en plena tormenta.
Me cansé de gritarte y tratar de convencerte de que me dejaras entrar.
Me harté de mendigar tu amor, de mendigar tus besos, de rogarte por un poco de atención. La carrera se acabó y quedé en último lugar.
En mi cabeza alguien llora y grita, golpea todas las paredes, rompe todo lo que encuentra a su paso. Ayer parece estar un siglo atrás y la costumbre me castiga. Me arranca recuerdos, borra sonrisas, roba lágrimas.
Una a una se van, una a una desaparecen todas las sonrisas que me regalaste.
Aunque quiero creer que también se van las que yo te regalé.
Huyes y me dejas atrás, corres sin voltear, te vas sin preguntar. Respiro hondo y siento el interior de mi cuerpo lleno de navajas, lleno de heridas, me duele, me hiere, me lastimas.
Me duele vivir, me duele seguir. Me duele verte tan decidida y me duele verte la espalda.
Secuestraste un pedazo de mi felicidad. Me dejaste todo a la mitad: la cama, las ideas, los planes, el desayuno, el alma y el corazón.

martes, 10 de noviembre de 2015

Complicado

No tienes idea de cuánto te quiero. Cuánto te adoro. Cuánto te deseo.
Te regalo mis ganas del tamaño del universo. Te regalo un beso.
No tengo mucho para darte, ya ves. Únicamente palabras que hablan por sentimientos, acciones que hablan por palabras...pocas cosas en verdad.
Pero esto no cabe en mí. Esto que siento me sobrepasa, cruza los límites, baja todos los puentes, todas las barreras. Soy espectadora de la batalla entre mi mente y mi cuerpo. Entre tu cuerpo y el mío. Entre tú y yo.
Entraste, se te hizo fácil. La batalla no duró mucho.
Ganaste, aunque en realidad me rendí. Me rendí ante tus formas, tu voz, tus ojos, tus manos, tu risa, y sí, tus pies. También fue fácil rendirme, debo aceptar.
No me lo hiciste muy complicado. En realidad, solo me miraste, y eso fue todo.

viernes, 30 de octubre de 2015

El viaje

Estoy harta de correr. De buscarte, de perderme porque realmente no sé dónde encontrarte. A veces me hallo siguiendo tus pasos, contigo en frente, guiándome a un lugar que no conozco y que aparentemente tú tampoco.
Estoy cansada de alzar la vista y no encontrarte, de tener que fijarme en la arena para ver si encuentro rastros de ti, de tus caminos, de tus andadas. Llevo tanto tiempo siguiéndote, que ya ni siquiera sé si quiero seguir haciéndolo. Al principio el viaje me parecía divertido. Realmente no sé si quería emprenderlo, pero me convencí de hacerlo, empaqué todo lo necesario, me colgué la mochila al hombro y fui a buscarte.
No te encontré. Seguí tus huellas en el suelo y eventualmente te vi a lo lejos. Entonces corrí a alcanzarte, volteaste a verme y no mostraste emoción alguna. No sé por qué se me hizo buena idea seguirte, pero lo hice. Dos días después me di cuenta de que estaba perdida. Estaba perdida, me perdiste, pero ¿cómo iba a estar perdida si lo que quería encontrar eras tú y estabas aquí? A mi alrededor todo era desconocido, todo era lúgubre, pero tú estabas en frente, todo lo que tenía que hacer era no perderte de vista.
Pero de repente doblaste en una esquina y no te vi.
Y todos los demonios que venían siguiéndote, me encontraron cuando me detuve. Revolvieron todas las dudas que guardaba y las sacaron de mí para jugar con ellas frente a mí. Me dijeron que me ayudarían, pero solo se ayudan a sí mismos.
Me recordaron que me siento muy pequeña, estoy perdida, estoy cansada y los únicos amigos que encontré aquí, me hacen daño.
Te he visto varias veces a lo lejos pero mi voz se ve asfixiada por ellos cada vez que quiero hablar.
Emprendí el viaje para encontrarte, pero ya estoy muy cansada de buscar.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Seagulls

Tu sonrisa me despierta de madrugada y cuando la busco, ya se fue. El eco de tu risa se esconde en los rincones de la casa y huye cada vez que me acerco para atraparlo.
El desayuno está servido y la mesa está preparada para dos aunque no quede más que lo queda de mí y mis gatos que no se separan de mi lado desde que solo sirvo un tazón de cereal en las mañanas. Hasta ellos se dan cuenta. Hasta a ellos les cala que no estás.
¿Qué te cuento del jardín? Lleno de maleza como de flores marchitas, enredaderas en las rejas como si fueran nudos en una larga melena, lagartijas corriendo de aquí a allá.
El café frío ya no tiene el honor de sorprenderme con su naturaleza. Ya pasó la novedad, se estancó en la rutina de los días que nunca empiezan como deberían, de las sábanas frías, del tazón solitario de cereal y del fantasma desayunando con el alma goteándole del cabello, de las manos, de los pies, como si la soledad fuera una serie de cadenas y candados que se cuelgan de uno, que me dificultan caminar, respirar, levantarme, vivir.
Ya te imaginarás que es especialmente difícil cuando tu sonrisa viene a hacer de las suyas y tira de mi mano, me lleva lentamente a lugares donde ya estuve, donde ya estuviste, donde ya estuvimos. Aparecen todas y cada una de sus versiones frente a mí.
Todas tus sonrisas, haciendo un mural gigante en mis ojos, cubriéndolos, pintando versiones sosas y tontas de ellas en mi cara, sofocándome.
En medio de la inmersión puedo sentir tus manos, presionando todos los botones, detonando bombas que ya habías colocado antes, derrumbándome.
De rodillas te sigo contemplando y si tan solo pudiera alcanzarte para decirte que nada de esto importa, si pudiera hacerte comprender que no hay peor tormenta que la que se avecina cuando no estás, si pudiera gritar lo suficientemente fuerte para que me escucharas. Tal vez dejaría de sentir que me ahogo. Tal vez podría gritarte todo con un abrazo, tal vez podría evitar toda esta confusión. Tal vez, tal vez...

martes, 15 de septiembre de 2015

Perdóname

Perdóname si digo que te quiero,
si lo escupo sin preámbulos
en cualquier momento.
Pero es que el sentimiento
hierve en todo mi cuerpo
y busca una manera de escapar.
Todavía no sé lidiar con eso.

Perdóname si te veo de reojo
cuando no me estás viendo;
disculpa si me descubres y sonrío.
Hay partes de mí que todavía
no se acostumbran a que no estés;
antes no tenía que esconderme
de tu mirada, antes no asustaba.

Perdóname si busco tus manos
con las mías, incansables,
de noche, en la oscuridad.
Cuando estoy sola y no hago
más que pensarte, cuando las
paredes empiezan a invocar
tu nombre entre risas y llanto.

Perdóname si grito tu nombre
desde la montaña más alta,
mientras arrojo mapas al aire,
por si se te olvidó el camino.
Disculpa si trato de construir
un atajo por ahí para que vuelvas,
pero no es lo mismo si no estás.

Perdóname si te robo un beso.
Si me tomo la libertad de robarte,
aunque sea un segundo, el aliento
por sorpresa; pero velo como un
tipo de retribución, como un pago.
Por las veces que tú y tu mirada
ya me lo han robado a mí.

domingo, 13 de septiembre de 2015

But how

Cuando sienta la necesidad de decirte que no soporto tenerte lejos más tiempo, ¿cómo te vas a enterar? Más importante aún: ¿quién te va a decir que me muero por abrazarte? No voy a ser yo. Y no voy a ser yo porque no puedo. No puedo decirte, no puedo mirarte. Te miro y entras. Te siento tocar las ventanas de mis ojos y abrir la puerta aunque no haya respuesta. Me invades. Y lo haces con gracia, lo haces parecer tan fácil. Así de fácil mi reino es tuyo, así de fácil me dejo ir, así de fácil me pierdo en ti.
Evito tus ojos, pero caigo en tus manos, en tu boca...no hay escapatoria. Tenía tiempo viviendo en este laberinto, ya lo sabía. Me encerré en todos los rincones, me escondí aunque nadie me buscaba, recorrí sin prisas todo el lugar. Tu boca, ese era el candado que me contenía. ¿Cómo pretendes que calle ahora todas las voces que me gritan que te bese? La media luna que se forma cuando sonríes es todo. No te das cuenta, no te das cuenta pero iluminas todo alrededor. Todo está oscuro, pero estás tú, está la Luna.
Y si acaso lograra escapar de tu boca, tus manos pararían en seco cualquier fútil intento de huir. Tu piel en mi piel hace que todo se estremezca. Todo se derrumba, pero curiosamente todo cae en su lugar. Está dicho. Huir de ti y fallar cada vez, es mi condena. Porque ahora estás lejos, porque ya no te tengo. ¿Quién te va a decir que me muero?, ¿cómo te vas a enterar? ¿Cómo, si todas las palabras desaparecen antes de salir? Si la cárcel eres tú, si mi aliento escapa cuando apareces, si me destruyes y vuelves a construir con una sonrisa, si por querer escapar vuelvo a encerrarme.
¿Cómo, si mi boca apenas sobrevive a los incendios que provocas con mirarme?


sábado, 5 de septiembre de 2015

Pointless

Yo ya escribía cuentos de escorpiones y arañas cuando tú llegaste.
No te engañes pensando lo contrario, no te sirve de nada. Quizás el secreto de tu mente es que realmente tú tampoco sabes qué es lo que pasa con tu mente. Y en estos momentos se me antoja volverme repetitiva y decirte que me encantaría abrir tu mente, levemente; mirarte de frente, gritar "qué buena suerte", dejar de estar ausente, hablarte del horizonte. Decirte que no ha cambiado, que aunque lo habías abandonado no se sintió desesperanzado, que yo ya había llorado por haberlo contemplado, que había perdido su belleza al sentirse desolado. Que había una fiebre de alegría espontánea a partir del medio día, porque la sonrisa de la Luna prometía que regresaría. Porque aquí seguía, porque no se iría. Porque no sabía que todo era mentira.
Yo ya hacía rimas sin sentido antes de que te fueras, antes de que dijeras tantas cosas que al estar expuestas al mal tiempo, se pusieron enfermas. Yo ya era yo, yo ya existía, yo ya había llegado aquí antes de que conquistaras estas tierras; yo ya estaba aquí antes de que me expulsaras, yo ya estaba aquí antes de que me mataras.

WWXIII

Fuimos a la guerra y destruimos la ciudad.
Bombardeamos nuestros oídos con lo que no queríamos escuchar.
¿Cuánto tiempo nos quedamos en la zona del peligro?
Tu ejército no descansa, no duerme, no sufre.
Volteo y miro las ruinas de lo que habíamos construido.
¿Qué hizo que quisieras destruirla?
Más que guerra, eres un huracán.
Llegas y derribas las puertas, 
haces que todo se desmadre, complicas la respiración.
Así te ves de lejos, amenazante.
Desde la ciudad vemos cómo te vas acercando.
Te desplazas con un movimiento hipnotizante.
Carajo, hasta parece que estás bailando.
Y nosotros te observamos, y no corremos.
Al contrario, la ciudad se ha acostumbrado a tus guerras.
A tus huracanes. Al caos inminente.
Los ciudadanos ya no huyen, solo cierran sus puertas.
Yo ya no huyo, me planto frente a ti y trato de disolverte.
Antes de que hagas, como siempre, lo inevitable.
¿Por qué trato de evitar lo inevitable?
Se ha vuelto rutina, Guerra.
Se ha vuelto rutina, Huracán.
Tal vez solo son maneras de convencerme
de que mi resiliencia algún día me servirá.

Escombros y fantasmas

Me arde la piel donde estuviste. Mis manos corren por los caminos que me dibujaste y en cada esquina se encuentran recuerdos. Mi cuerpo, tu casa. 
Las sonrisas pasan a mi lado y me acarician; algunas me golpean la cara burlonamente y después se van.
Varias rutas se cerraron por demolición, o tal vez remodelación. Mi mente camina sin rumbo entre calles llenas de fantasmas y voces que logro escuchar a lo lejos. Las manos tratan de encontrarse con la mente, entre un sinfín de escombros que ninguno de los dos sabe de dónde salieron, esto no estaba así. 
Alguna vez la mente tuvo mapas de todo esto, pero perdida ella, lo demás también se perdió y en este punto, no sabía cómo encontrarlo.
¿Cómo se iban a encontrar esos dos? Cada uno perdido en su propio duelo, en su propio letargo, separados, ya no en sintonía, sin comunicación. Separados por quien alguna vez los unió, pero el cuerpo está en ruinas. El cuerpo está en remodelación. El cuerpo no está.
Las manos lo recorren y encuentran basura, enredaderas, telarañas. La mente lo recorre y solo ve fantasmas, solo encuentra callejones sin salida. En el centro algo late, pero quién sabe cuánto aguante; lo de la mente y las manos es una carrera desesperada, un impulso por reencontrarse, una lucha por la armonía perdida, el viaje por salvar una tríada que se descompuso.
El tiempo pasa y las calles se hacen más complejas, se tornan laberínticas; las manos escuchan el rugido de un mar furioso cerca, la mente a lo lejos. La desesperación de ambos se sincroniza, tienen que encontrarse, tienen que llegar al centro del cuerpo, tienen que arreglar la tríada. 
Rompen reglas, saltan bardas, derrumban paredes conscientes de que es daño colateral, pero reparable.
El cuerpo lo siente, sus adentros se retuercen, algo le quema el pecho, pero sus manos no están, la mente tampoco y no puede pensar, se condena a sí mismo a permanecer inmóvil, sintiendo dolor pero ignorando la fuente del mismo; grita por ayuda y las manos y la mente responden, pero están lejos de que el cuerpo pueda escucharlos. "YA CASI" se engañan, "ya casi llegamos, ya casi nos encontramos". Pero están en lo cierto. Los fantasmas se hacen a un lado, los escombros no estorban, los rugidos del mar cesan por un momento y les permite pensar; las manos y la mente se encuentran en medio del caos. Miran a su alrededor y saben que tienen que llegar al centro, a arreglar la tríada, a recuperar el equilibrio. El cuerpo yace bajo ellos, herido, con la vida escapándosele poco a poco. Las manos hacen lo suyo: limpian las heridas, recogen lo que se había caído y lentamente ponen todo en su lugar, mientras que la mente consuela, escucha, reconforta. La tríada comparte el dolor, pero también comparte el duelo, y con él, la solución.
El cuerpo reacciona, por fin, aunque despierta al dolor. Pero no está solo, la tríada lo protege. No sabe por qué, pero tiene la seguridad de que juntos reconstruirán todo lo que derribaron, sabe que no está perdido.
Pronto, todo volverá a estar bien.

lunes, 31 de agosto de 2015

Cierro los ojos y te veo a lo lejos.
La distancia que nos separa es bastante considerable,
pero empiezo a andar el camino con ánimos de encontrarte.
De volver a encontrarte, de hacer que regreses.
Aunque al parecer la que era nuestra casa ya no está.
Quizá solo quiero acompañarte en el camino.
Y ya estoy andando, pero no sé qué hacer.
Recojo piedras en el camino que al final me pongo en frente.
La incertidumbre va enroscándose por todo mi cuerpo,
poco a poco siento que me inmoviliza.
Pero volteo a verte, y tú no paras.
Inconsciente de que no me puedo mover,
ignorando el hecho de que te estoy siguiendo,
de que te quiero alcanzar, de que quiero estar contigo,
sigues el camino que ya elegiste para ti;
aunque ya estuviéramos en otro camino juntas.
Pero el cambio de dirección no es lo que desconcierta.
No avisaste, pregunté si querías que te esperara,
y la respuesta nunca llegó.
Ya habías hecho esto antes, no funciona.
¿Por qué me abandonas? ¿Por qué te estás yendo?
Quiero gritar, quiero correr, quiero alcanzarte.
Me urge decirte que te extraño, que no quiero esto,
que no entiendo, que no sabía que esto iba a pasar.
Pero las palabras no salen, deciden hacer su casa en mí.
Viven en mi cabeza, en mi estómago, en mi corazón.
Siento que hacen un completo desorden pero quiero expulsarlas,
quiero que salgan, que dejen de confundirme, que me dejen pensar.
Mi voz marchita logra decirte que te quedes,
pero estás muy lejos, ¿cómo me ibas a escuchar?
Las demás palabras hacen un motín para no dejar que pase eso,
para que no vuelva a escapar otra de ellas.
Hacen un búnker en mi garganta, y ahí se alojan.
Todo lo que digo sale filtrado porque hay palabras que solo no salen.
Y sigues lejos, así que lo importante ahora es alcanzarte.
Nada sirve, yo siento que corro pero apenas logro arrastrarme.
¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?
La duda es una boa que me somete en el suelo.
Me arrastraba, pero agoté todas mis fuerzas por pelear.
Contra mí, contra ti, contra las palabras, contra la incertidumbre.
Y ahora el problema es que no te veo.
Ya no estás, estás más lejos de lo que creí.
La poca voluntad que quedaba en mí se extingue.
Es devorada por la oscuridad que me envuelve poco a poco.
En el suelo, sin verte, sin fuerzas, sin poder hablar, 
me encapsula algo que pretende romperme.
Siento que levanta mi cuerpo del suelo, que se burla de mí en mi cara,
presiona todos los botones, les echa sal a todas las heridas.
En este momento siento que no hay salida;
que esto es lo único que hay, que ya no te puedo alcanzar.
Yo solo quería acompañarte, solo quería que me explicaras.
Si de todas maneras te ibas a ir, ¿para qué hiciste que me quedara?

lunes, 27 de julio de 2015

En el silencio apagaba la luz y me obligaba a quererla.
Se metía en las puntas de mis dedos, debajo de las uñas, 

en los oídos, debajo de la nariz...
Se tropezaba a propósito con mis ideas, 
se asomaba detrás de mis palabras y me obligaba a quererla.

Yo resistía, no respiraba; al principio luchaba, 

pero todo resultó en un cansancio interminable 
y una completa aceptación de la infinita derrota.
Esta vez no tengo ejército que me acompañe.
Esta guerra no está hecha para ganarla.

Se enredaba en mi cabello, se colgaba de mi cuello 

y me llevaba de la mano a perdernos. 
¿A dónde me llevaría? El alma de este cascarón llevaba años perdida.
Secuestró mi tiempo libre, amordazó al sentido común
y me encerró en la prisión de sus ojos perdidos.

Lloraba de a ratos, sonreía, me sacaba fotos con las manos 
y encima de todo, me obligaba a quererla.
Me lamía las heridas, hacía unas nuevas, 

reservaba el tiempo para curarlas.
Su sola presencia en el lugar me anestesiaba.

Corría el seguro de la puerta y apagaba la luz sin pensarlo.
Nos mirábamos con los ojos cerrados y la veía, 
sabía que ahí estaba, sabía que me miraba.
Me hacía el desayuno, me acompañaba a la salida 
y me tatuaba su sonrisa fantasma con un beso.

Se iba, me abandonaba y regresaba, 

pero nunca olvidaba obligarme a quererla.
A veces me miraba en el espejo y la veía a ella, pero siempre escapaba.
Siempre proponía un juego que yo, sin ganas, consentía.

Esa tortuga se burlaba de la liebre; nunca me dejaría atraparla.

Me obligaba a quererla, y poco a poco mi resistencia se agotaba.

Se escondía en la lluvia, y cuando el viento soplaba, 
me acomodaba cien cachetadas de un solo golpe.
Vivía en el humo de mis cigarros, la veía bailar para luego desaparecer.
Subía y bajaba, bailaba, me hipnotizaba.
Y siempre...siempre me obligaba a quererla.
Llevo días encerrada en el cuarto.
Esperando que no vengas, esperando que no me encuentres.
Pero ¿qué más podía hacer?
¿Cómo se despide al amor que nunca fue?
Al amor intermitente, que nunca estuvo vivo en realidad.
El amor que tocó el timbre y huyó.
Ya dejé de contar los días que paso buscando.
Donde quiera que estoy a veces te encuentro,
por una fracción de segundo me creo que estás ahí.
Pero parpadeo y desapareces.
Aquí en lo que llamo mi cárcel,
en la oscuridad donde me encerraste y me observas,
veo tu sonrisa y escucho mi nombre entre ronroneos.
Pero no estás, nunca estuviste, nunca estarás.
Me condenaste a sobrevivir con jirones.
A caminar en calles repletas de máscaras.
Y si por suerte te encuentro en un callejón,
por fuera sonrío, pero por dentro me quemas.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Claro y fuerte

Ya no quiero saber cómo estuvo tu día.
Las llamadas esporádicas para hablar 
de cosas irrelevantes se han convertido en algo extraño.
Realmente no me interesa escuchar tu robótica voz 
a través de la bocina del teléfono.
Tampoco quiero ver tu cibernético rostro 
en la pantalla de mi computadora.
Quiero llegar al borde de tu cama y mirarte.
Trepar por la ventana y desearte buenas noches.
¿Cómo te explico que prefiero ver el amanecer reflejado en tus ojos?
O cómo tu risa me roba completamente la atención cuando aparece.
Que te volví música y compuse obras cuya función es hacerte sonreír.
No quiero tener que mandarte mensajes en el tiempo.
Ya no quiero estar suspendida en la barrera tiempo-espacio.
Quiero acercarme, rozar tu piel y quemarme.
Sentir que eres real 
y soy real al mismo tiempo.
Pero basta de habladurías.
Hablemos claro y fuerte:
Quiero tenerte.
Tenerte quiero.
Te quiero tener.
Te quiero.

Bruja

Escribirte es un pecado por el cual no me importa cumplir penitencia.
¿Y si te nombro cien mil veces?
Cien mil veces voltearás la cara y sonreirás.
O tal vez, cien mil veces ignorarás mi voz y te irás.
¿Qué tal si te invento cien mil veces?
No necesitaría nombrarte, porque ya serías tú.
Una reinterpretación del tú que me gustaría tener.
El tú que no está.
¿Por qué no te busco cien mil veces?
Sé dónde buscarte, la mayoría del tiempo.
Sé que en un momento determinado estás en un lugar determinado.
Y sé, también, que llegar a ese lugar sería tan fácil como caminar.
Pero, ¿para qué buscarte?
Encontrarte, entonces, sería producto de la acción humana.
De salir de mi territorio, visitar reinos que no son míos.
Buscarte es aburrido.
Buscarte es algo certero.
¿Por qué no te encuentro?
Ya descarté los cien mil encuentros.
Me basta con uno. Casualidad o destino.
Salir por salir, salir a todo menos a buscarte.
Y en un ciclo, en una de las cien mil posibilidades, encontrarte.
Entonces, a eso le llamaría magia, bruja.
«Existe una cita, aún sin hora ni fecha, para encontrarnos.
Yo estaré ahí puntual, no sé si tú.»

domingo, 4 de enero de 2015

Lobeznidad.

Poco a poco voy descubriendo las ventajas de mi lobeznidad. Por las noches agudizo mis sentidos, respiro hondo y me dirijo hacia la montaña, 
siguiéndole el rastro a la nube que esa noche crea que me va a llevar a ti.
Las montañas son muy inclinadas, pero como cada vez manejo mejor mi lobeznidad, 
noche tras noche voy sintiendo el recorrido menos complicado, menos pesado. 
Pero todas las noches me canso de aullarle a las nubes; hace tiempo 
dejé de suplicarle a la Luna que me llevara de regreso a ti. 
Nunca lo hizo y todas las noches era la misma, tenía más oportunidad con las nubes, nómadas por naturaleza, condenadas a ser de todas partes y de ninguna a la vez. 
Tal vez les molestaban mis súplicas, pero yo ya no podía perder nada más.
Al principio no comprendía la lobeznidad. 
Pero después todo tuvo sentido, desde que te fuiste, fui condenada 
a un infortunio un poco parecido al de las nubes, 
me volví nómada recorriendo el globo; buscándote, sin encontrarte. 
Quizá a mi nuevo nómada y lobezno ser le hacían falta unos mapas y una brújula. 
Pero después de convertirme en lobo, yo no podía entender ese tipo de artefactos. 
Por eso me dejaba llevar por las guías más inexactas del mundo. 
Por eso nunca te encontraba.

Human After All.

No quiero sentir el paso del tiempo Me rehuso a aceptar que la tormenta que era mi abuelo, es apenas una llovizna ligera No quiero enfrentar...