No te quedaste tú, ni tu mano por atrás del asiento, ni el primer viaje juntos, ni los museos con tu mamá, ni el anillo que había escogido, ni los planes que hicimos entre los dos.
Y si te contara que por mucho tiempo pensé que lo único que me quedaría sería todo el dolor del final, creo que me creerías. Sin embargo, los años me han enseñado que lo que siempre conservaré serán los recuerdos y la satisfacción de haber podido querer con tantas fuerzas y haber sido querido de vuelta, por más que esa vida se nos haya escurrido entre las manos.