Fuimos a la guerra y destruimos la ciudad.
Bombardeamos nuestros oídos con lo que no queríamos escuchar.
¿Cuánto tiempo nos quedamos en la zona del peligro?
Tu ejército no descansa, no duerme, no sufre.
Volteo y miro las ruinas de lo que habíamos construido.
¿Qué hizo que quisieras destruirla?
Más que guerra, eres un huracán.
Llegas y derribas las puertas,
haces que todo se desmadre, complicas la respiración.
Así te ves de lejos, amenazante.
Desde la ciudad vemos cómo te vas acercando.
Te desplazas con un movimiento hipnotizante.
Carajo, hasta parece que estás bailando.
Y nosotros te observamos, y no corremos.
Al contrario, la ciudad se ha acostumbrado a tus guerras.
A tus huracanes. Al caos inminente.
Los ciudadanos ya no huyen, solo cierran sus puertas.
Yo ya no huyo, me planto frente a ti y trato de disolverte.
Antes de que hagas, como siempre, lo inevitable.
¿Por qué trato de evitar lo inevitable?
Se ha vuelto rutina, Guerra.
Se ha vuelto rutina, Huracán.
Tal vez solo son maneras de convencerme
de que mi resiliencia algún día me servirá.
sábado, 5 de septiembre de 2015
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