Un mundo alterno en el asiento de atrás mientras las puertas del carro se abren en movimiento y parece que los vidrios van a estallar al no poder contener lo que sucede adentro. En el mundo real, la vida sigue igual.
Monstruos con máscaras gentiles que albergan abismos más profundos que su propia historia. Mi nombre, mi existencia, usados como puñal de ida y vuelta. Herida tras herida, veneno en las manos. La soledad más profunda estallándome en la cara.
Algo (mucho más de lo que podría saber en ese momento) roto con cada escena, cada nota, cada recuerdo esbozado en agua estancada, con la esperanza de que el tiempo logre borrarlo o mantenerlo suspendido y lejos. A veces silencio, a veces catástrofe.
Prohibido nombrarlo, prohibido ocupar más espacio, hacer más ruido, necesitar un poco más de las migajas que de vez en cuando decoran la jaula en la que nos han guardado.
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