Llevo días encerrada en el cuarto.
Esperando que no vengas, esperando que no me encuentres.
Pero ¿qué más podía hacer?
¿Cómo se despide al amor que nunca fue?
Al amor intermitente, que nunca estuvo vivo en realidad.
El amor que tocó el timbre y huyó.
Ya dejé de contar los días que paso buscando.
Donde quiera que estoy a veces te encuentro,
por una fracción de segundo me creo que estás ahí.
Pero parpadeo y desapareces.
Aquí en lo que llamo mi cárcel,
en la oscuridad donde me encerraste y me observas,
veo tu sonrisa y escucho mi nombre entre ronroneos.
Pero no estás, nunca estuviste, nunca estarás.
Me condenaste a sobrevivir con jirones.
A caminar en calles repletas de máscaras.
Y si por suerte te encuentro en un callejón,
por fuera sonrío, pero por dentro me quemas.
lunes, 27 de julio de 2015
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