Si yo te contara cuántas cosas quisiera, me tacharías de exigente.
Quisiera poder ver su sonrisa, quisiera poder escuchar cómo se ríe
y se lleva las manos a la boca para mitigar su sonido.
No sé por qué lo hace, pero lo hace.
Quisiera poder arrebatarle esa sonrisa, llevármela lejos,
guardarla en un cajón, secuestrarla con un beso.
Quisiera poder cerrar los ojos, asustarme porque no la veo,
abrirlos de nuevo y encontrarme con los suyos.
Acosándome, acusándome.
No me molesta que me acose, no quiero que deje de hacerlo.
¿No te suena enfermo?
Quisiera poder llevarla arrastrando ahí a donde no quiere acompañarme.
Quisiera ver su cara de desapruebo y reírme de ella,
porque no tiene razón para desaprobarlo, solo es su naturaleza.
Quisiera que por fin comprendiera cuánto amo su naturaleza.
Quisiera que comprendiera que no la quiero cambiar,
que su individualidad es -redundantemente- lo que la hace única.
Quisiera poder hacerla reír en medio de toda la gente que ama,
y también frente a la gente que odia.
Que vean, quisiera que vean que nos vale madre lo que piensen.
Si nos odian, si me odian, si la odian.
Quisiera que no le importara lo que piensan los demás de ella.
Quisiera poder hacerle ver que lo más importante aquí es que sonría,
que esté feliz, que esté en un lugar pero que en realidad no esté ahí
porque se fue conmigo a otro donde está completamente a gusto.
Quisiera estar con ella y que realmente no esté conmigo porque ya nos fuimos.
Quisiera llevarla de aquí, a otros lados. A los que quiera.
Quisiera que comprendiera mi gusto por el café negro.
Quisiera comprender su gusto por el café con leche.
Quisiera pensar que la perdí en la oscuridad,
extender mi mano y encontrarme con su piel.
Y que por supuesto se encabrone porque la desperté, pero eso es lo de menos.
Quisiera poder reírme de ella cuando se enoja por cosas absurdas.
Quisiera poder reírme de eso y hacerla reír de lo mismo minutos después,
haciéndole comprender lo absurdo de su enojo.
Quisiera poder abrazarla, asfixiar sus demonios y sus miedos.
Y de paso, quizás también a los míos.
Quisiera que verla estuviera a una llamada de distancia.
Que una sorpresa no fuera peligrosa.
Quisiera poder darle de un golpe y sin pensarlo,
todas las cosas que le he comprado en la tienda del tiempo.
Quisiera prestarle de mi tiempo cuando ya no tenga más.
Quisiera que comprendiera que mi moneda de cambio es esa,
y que no me importaría invertir todos mis ahorros en su banco.
Quisiera que viera, de una vez por todas,
que lo único que quiero en realidad, es a ella.
domingo, 7 de diciembre de 2014
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