viernes, 24 de marzo de 2023

Sabiduría de Burro.

"No sé por qué me he vuelto tan llorón" pienso mientras una lágrima traicionera recorre mi mejilla derecha segundos después de decirle a mi mejor amiga que la amo mucho.
Y también después de un fin de semana entero de llorar con desconocidos porque quizá el amor que añoro sí es posible, o después de ir a buscar a mi amigo en la peda para darle un abrazo y decirle que me preocupa mucho, que quiero que esté mejor pero no sé cómo ayudarlo.

¿Será que "me volví"? Regresa el repique de mi mente. O quizá simplemente jamás nos habíamos dado la libertad de experimentar todos los espectros de las emociones.
En mis adentros me cago de risa porque hace poco menos de un año, yo exclamaba "el amor no existe, jamás me va a encontrar, jamás me voy a enamorar". Pasé más de dos años sin llorar, y ahora que reparo en todo esto, quizá también pasé esos mismos años intentando que la botella de refresco agitada que son mis sentimientos, no explotara cuando la abría para darle un minúsculo sorbito.

"Jamás me voy a enamorar de nuevo" dijo el Shaw de inicios del 2022 y la vida le dio un periodicazo en el hocico. No me quejo, la verdad. Pero de sorbitos pasé a bocanadas llenas de todo lo que pensaba que jamás iba a experimentar, solo para darme cuenta de que sí era posible y por alguna razón me estaba negando a volver a darme esa libertad. Dos años sin llorar, Shaula. No me di cuenta, pero ese periodicazo en el hocico iba a ser más que eso y no sé, tal vez por el tiempo que había transcurrido, se me había olvidado embotellar otras cosas. De pronto reconocí en mí algo que aparentemente ya no era, y me salió tan natural que entonces empecé a cuestionar quién era la máscara realmente.

¿Quién soy yo? ¿El que no tiene miedo de abrir su corazón aunque se arriesgue a perder? ¿O a lo mejor el otro, empeñado tanto en esconderlo que se vuelve rígido?
Siempre pensé que era el segundo. Me empeñé en ser el segundo. No me di cuenta que habían grietas en las paredes que resané hace muchos años, ni mucho menos que por ahí podía colarse el otro yo que quise esconder todo este tiempo.

Dos años sin llorar, pero toda una vida escabulléndome de lo suavecito, buscando lo oscuro para soltar una que otra lagrimita, buscando sinónimos de las cosas que quiero decir. ¿Que te quiero? No te imaginas cuánto, pero tienes adivinarlo a través de esto que hago por ti, que no te digo, porque de ninguna manera puedes saber que lo hago consciente. De ninguna manera puedes saber que sí, sí soy suave, que vives en mi corazón y que nunca quiero que te vayas. Porque justo, puedes irte, y yo no quiero que veas cómo me duele.

Ahora decidí que es más cansado seguir empujando la tapa. Si el refresco se va a tirar, que se tire. Que sepa, que yo sepa que soy capaz de ser tan libre como yo quiera, que soy capaz de limpiar todo el cagadero y que también puedo elegir pedir ayuda, porque poder no siempre es querer (y creo que nada me ha quedado más claro que eso últimamente).

Que se note, que quiero querer y que sé hacerlo aunque no siempre sepa muy bien cómo empezar, que le echo un chingo de ganas y merezco lo mismo de mí y de los demás. Que nunca me deje de asombrar la capacidad que tiene un corazón tan madreado, de hacerse cada vez mayor. Porque aunque pensé que el amor me podría destruir, tan solo me hizo más grande.

Y si me volví un llorón, ondearé este estandarte suavecito por todos lados, me lo voy a tatuar en la cara. Porque ya me cansé de fingir que no quiero querer hasta que me explote el corazón, porque bien se lo dijo Burro a Shrek: TAS TAN ENGÜELTO EN TUS CAPAS CEBOLLITA, QUE OCULTAS TUS SENTIMIENTOS.

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