sábado, 8 de noviembre de 2014

Ella no era la indicada.

Ella no era la indicada porque no le gustaba mi música, claro está.
Y ahora que lo pienso, no era lo único que no le gustaba; no le gustaban las películas que me gustaban, no le gustaba ir al cine, no le gustaba ir a mi lugar favorito a cenar, no le gustaba hablar inglés, no se preocupaba tanto por cómo escribía y se expresaba como yo...
Por supuesto que ella no era la indicada. Lo digo con mucha seguridad porque yo amo los videojuegos y a ella no le gustan. Porque me encanta leer cosas aleatorias que aparentemente no me sirven de nada en la vida y a ella no. Porque no le gusta salir con mis amigos, porque era muy reservada en ocasiones, mientras que yo era muy extrovertida.
Sencillamente ella no era la indicada porque escuchaba música de señoras. Porque le gustaba la música que yo odiaba, porque estaba loca, porque era una persona volátil. Porque hace cosas que yo nunca haría. Porque hago cosas que ella nunca haría.
Ah, y claro que no era la indicada porque nunca quería jugar fútbol conmigo, ni verlo.
Claro que no era la indicada. La indicada, esa que tiene lo que yo tengo, la que me entiende porque se ve en un espejo, esa que en varias ocasiones he nombrado con la esperanza de que aparezca y me ahorre bastantes problemas.
La indicada estaba por ahí, con otra persona que no soy yo. O quizás sola, como yo.
La indicada me está esperando en la banca de alguna plaza, abrazando árboles y dándole de comer a las ardillas.
No, definitivamente ella no era la indicada.
Lo cierto es que no sé si la indicada exista, y si es que no llega...
A lo mejor te done el título.

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