Tú me hiciste contar los días.
Yo no quería estar consciente de eso, yo no quería saber qué tan rápido pasaba el tiempo, yo quería disfrutarlo hasta que se acabara, lo que sea que desencadenara.
Pero ya es demasiado tarde, después marcaba los días en el calendario; contaba las horas que pasaba contigo y las que faltaban para volverte a ver, incluso antes de dejar tu piel. Ya es demasiado tarde, ahora recuerdo con claridad cuándo fue. Fue un día de mañana, alrededor de las 9:30; tú en una banca y yo en una macetera. Era jueves.
Y a pesar de todo eso, a pesar de todo. Cada vuelta del planeta la hemos vivido lejos. ¡Qué ironía!, ¿no lo crees? Tanto tiempo contando los días para un evento que no se celebrará como debería.
Qué ironía.
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