jueves, 18 de enero de 2024

Choco.

Dice mi mamá que ya no se te veían tus ojazos verdes porque estabas cieguita. Tan solo espero que, aún en esa penumbra eterna, hayas sabido que estábamos al pendiente de ti y que siempre quisimos que estuvieras bien y feliz. 
Todavía me acuerdo cuando te encontramos. Algunas cosas están borrosas pero jamás voy a olvidar cómo te escondimos en el salón, abajo del pupitre de Paniagua y tapamos el hueco con su carpeta de Chococat para que no te salieras, y estuviste ahí todo el día. Hacíamos ruido o nos reíamos cuando llorabas, y mira que llorabas. Creo que de no haber sido por eso, hubiera pensado que eras muda. Luego te llevamos con Irene para que según te diera en adopción pero terminaste con nosotros de nuevo, aunque nunca estuvo planeado así. Primero te llamabas Chococat porque yo no sabía que tu pelaje ya nos decía que eras niña, pero la decisión fue fácil: tons que se llame Chocolata.
Mi gatita gigante, quisiera poder decir que fuiste mi primer gatito en la vida y aunque es cierto, no es del todo verdad porque al principio te creías perro. Yo no sé qué pasa en el más allá de los gatitos y los perros [ni se diga el de los humanos], pero algo en mí siente que volviste a encontrar al Pumba y ahora se hacen compañía y nos echan un ojo junto con Tazito, la Nena y Nina.
Lo que sí es verdad, es que fuiste de los primeros seres que me enseñaron a amar como es, sin querer ni esperar más de lo que el otro puede dar o ser. Nunca entendí exactamente por qué babeabas cuando te ponías tan feliz pero espero que nunca se me olvide la carita que ponías cuando llegabas al éxtasis del amor Chocolatal.
Ay Choco, jamás iba a estar listo para cuando te fueras. Todavía no sé qué voy a hacer cuando llegue a la casa y no estés ahí para bañarme y peinarme. Y todavía no puedo dejar de llorar cuando pienso en tu, por ahora, inconcebible ausencia.
Guardo mucha culpa en mi corazón. No entiendo por qué siempre enero es tan asquerosamente violento con nosotros, conmigo. Me presiona el pecho pensar que no pude darte un último besito o escuchar [ver, en realidad] tu maullidito en mute.
La última vez que te vi, estabas muy flaquita. Ya se te notaban un poquito los años, pero debo decir que te conservaste muy bien por mucho tiempo. Ojalá hubiera podido hacer algo para prevenir que tu calidad de vida disminuyera, aunque también creo que esa es solo mi percepción desde lejos.
Sé que cuidaste e intentaste acompañar a mi mamá hasta donde pudiste, y quiero que sepas que te lo agradezco.
Te voy a extrañar mucho, Choquito. Por ahora estoy muy triste y quisiera regresar el tiempo para poder darte un besito y decirte que está bien si ya estás cansada y te quieres ir.
Pero también atesoro el recuerdo de la última vez que te vi, y espero que sepas que jamás te voy a olvidar, ni mucho menos te voy a dejar de querer.

Nos vemos luego, Chocotet.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Human After All.

No quiero sentir el paso del tiempo Me rehuso a aceptar que la tormenta que era mi abuelo, es apenas una llovizna ligera No quiero enfrentar...