"Ven, nos sentamos del lado de la sombra"
Ella pagaba estudiante y yo el boleto completo.
¿Lado de la sombra? Llevaba ya bastante tiempo viajando en el transporte público y siempre había sido irrelevante para mí de qué lado me sentaba. Nunca noté que había un lado en el que, por la ruta, nunca pegaba el sol.
¿Lado de la sombra? Llevaba ya bastante tiempo viajando en el transporte público y siempre había sido irrelevante para mí de qué lado me sentaba. Nunca noté que había un lado en el que, por la ruta, nunca pegaba el sol.
Qué curioso, pensé. Y curioso era porque siempre me jactaba de prestarle atención especial a los pequeños detalles, a esos que nadie nota. Esos que nadie nota porque son irrelevantes.
Irrelevante.
Entonces, desde ese día, empecé a sentarme del lado de la sombra.
Dejé de viajar con ella y mecánicamente lo seguía haciendo. Y no me había dado cuenta.
Un día de esos tantos que discutimos por razones que no teníamos, de la misma manera que empecé a sentarme mecánica y automáticamente del lado de la sombra, dejé de hacerlo.
Me sentaba del lado de la ventana, siempre. Fue así, pues, cómo sin notarlo me empecé a sentar del lado del sol.
Me gustaba el lado del sol, me gustaba sentir el aire en la cara, el sol, aunque me desesperara que mi cabello se desacomodara.
Y se desacomodaba porque no estaba sentada del lado de la sombra, pero eso no es relevante.
Relevante.
Relevante es que tiempo después de empezar a sentarme del lado del sol, cambié la dirección de mi cabello. Y ya no se desacomodaba.
Y entonces, podía sentir el aire en la cara, el sol, sin desesperarme porque mi cabello se alborotara cuando lo hacía.
Pero siempre me había gustado cómo se sentía el sol en la piel. En los brazos, en la cara, en las piernas. Siempre me gustó el ardor que provocaba, lo rojizo de mis mejillas cuando estaba expuesta mucho tiempo. Y dejé de hacerlo porque a ti no te gustaba.
Y era algo que podía sacrificar porque, cuando viajaba contigo, no había necesidad de sentarme en el lado del sol. Ni en la ventana.
¿Sabes por qué?
Porque no me importaba dónde estaba, no me importaba no ver hacia afuera, no me importaba no ver la calle. No me importaba sentirme atrapada en un esqueleto de metal hecho para transportar humanos.
No me importaba perderme el viaje, porque el viaje era irrelevante.
Irrelevante.
El simple hecho de estar contigo, hacía que lo demás quedara en segundo plano.
Era una experiencia que apreciaba idiotamente, no necesitaba el sol porque me tomabas de la mano, y tu piel rozando la mía generaba la misma sensación que el sol.
No necesitaba el aire en mi cara porque me bastaba con escucharte y mirarte para que la misma sonrisa estúpida y accidental que el viento me provocaba, apareciera.
No necesitaba ir en la ventana porque tu sola compañía me hacía sentir segura.
Y es curioso porque no había pensado en esto desde hace bastante tiempo.
Y es más curioso aún que todo se volviera tan confuso después.
Pero disfruta las cosas bonitas que te escribo sin razón.
Disfruta saber que tu piel me quema, que tu voz y tu sonrisa me hacen sonreír y que el pasillo dejaba de aterrarme cuando estaba contigo.
Porque...todo eso, es relevante.
Porque...todo eso, es relevante.
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