La verdad es que creo que el yo que era cuando escuché la advertencia por primera vez, podría entrar en crisis ante los evidentes cambios de nuestro cuerpo. Haría cosas drásticas. Pero estos años me han enseñado a honrar este jarrón: a veces de barro y a veces de hierro, que me contiene.
Que intenta contener el mar que soy, a veces violento y a veces en calma. Que a veces falla y a veces tiene tanto éxito que cala. Lo honro, lo adorno, lo reparo, lo cuido. Lo cuido.
Esto último me cuesta un chingo. Pero ya dejé de intentarlo, y día con día en la práctica de hacerlo [si bien me sigue pareciendo ajena], encuentro que cada vez es menos complejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario