Y aunque me cause gracia estar citando a ese hombre en este texto, la realidad es que ya no sé cuántas veces ha salido de mí ese clamor en los primeros días de este año.
Créeme que lo he intentado.
He buscado hasta en lo más recóndito y oscuro de mi corazón y mi alma para encontrar aunque sea una pizca de odio hacia ti. Algo, algo que no sea amor.
Debo haber abierto ya mil puertas fuera y dentro de mí, esperando encontrar escombros, basura y podredumbre dentro de todo lo que tocaste, pero en realidad he visto jardines. Descuidados, pero jardines de cualquier forma.
Contigo terminé de aprender que el tiempo es relativo: y todo lo que ha transcurrido hasta hoy, ha pasado tan rápido que se siente como si hubiera vivido una vida diferente en cada minuto.
Ojalá sintiera algo más por ti, que solo cariño. Ojalá tuviera la inmadurez necesaria para trasladarte toda la responsabilidad de lo que sucedió. O para absorberla yo.
En cambio, mientras más pasa el tiempo, encuentro que hay demasiado amor en mí como para permitir que sus antítesis se alojen en la realidad que llevo tanto construyendo.
Quisiera poder odiarte, haría las cosas más fácil. Y aún así, diario elijo lo que se siente como el camino difícil. El mundo no se paró cuando cerré la puerta del departamento y sentí que me explotaba el corazón.
El mundo no se paró el día en que te dejé ir.
Por el contrario: el sol siguió saliendo, la gente siguió yendo al mercado, los niños del edificio se siguieron riendo a carcajadas y nadie se dio cuenta que mi realidad (y quizá también mi corazón) se había roto.
Y, así también, el amor que sentía por ti no se fue cuando encendiste el carro en mi calle por última vez. Ni tampoco cuando todas las noches había estacionamiento frente al portón, pero tú ya no ibas a venir.
Tampoco se fue cuando rompiste la foto que me habías regalado de ti. Ni siquiera cuando vi tu sombra y, para mi sorpresa, reconocí la mía en ella.
Ni todo el protocolo del mundo me iba a hacer dejar de quererte, aunque ya no estés.
Porque te quise y te quiero, aunque estemos destinados a no ser.
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