domingo, 4 de diciembre de 2022

Nadie más sabrá.

Cheeto no va a saber por qué ya no vienes a jugar con él.
Su vigilia en la ventana nunca más descubrirá que venimos en el pasillo, de la mano.
Ya no será necesario tener un buen stock de Loratadina en la casa.
Woody no va a saber por qué ya no lo he visitado para aventarle su pelota o sacarlo a pasear los domingos mientras duermes.
No volveremos a cantar canciones a dueto en tu carro a altas horas de la madrugada.
Ya no te voy a mandar cosas que me recuerden a ti. Se quedarán, tal vez, en el carrete de mi teléfono o vivirán solo en lo efímero del momento en que las vea.
Tampoco volveré a reírme de nuestros chistes locales, ni a sonreír mientras escucho tu risa.
Ya no volverás a acercarme tu mano para besarla cuando sienta que todo el amor que siento por ti no cabe en mí y tenga que externarlo.
No voy a estar en tu cumpleaños. 
La temporalidad de lo que vivimos, en algún momento va a perder coherencia y se convertirá en recuerdos felices esparcidos en mi memoria.
Poco a poco voy a olvidar tu olor; aunque probablemente, algún día lo reconozca en alguien más y me robe una sonrisa.
Vas a empezar a doler muy pronto.
Intentaré no enfocarme mucho en lo que pudo haber sucedido y elegiré permanecer en la brecha de lo que sí vivimos aunque por ahora esté condenado a ser nada más que recuerdos.
Voy a honrar mi amor por ti y tu amor por mí sin volverte la mala del cuento. Así como tampoco me voy a convertir a mí en el villano.
También, aunque la lógica me dice que lo evite, guardaré la esperanza de volver a tu vida siendo, una vez más, la mejor versión de mí.
Prometo que voy a estar mejor.


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