viernes, 4 de abril de 2014

Cartas en el aire.

Yo no existo, y esta carta nunca llegó a tus manos.
No tenía claro ya si hacer esto o no, pero decidí seguir mis impulsos y ya había masticado mucho el tema, así que opté por hacerlo.

Tengo tantas cosas que decirte, que un cuaderno no me alcanzó para contenerlas. Tuve que escribirte cartas en el aire, para luego ver cómo las quemaba el viento. Mi voz se volvió pluma, tu nombre muchas veces se convirtió en lamento y mi cuerpo no era más que un recipiente vacío.
Le exigí al viento que me explicara el porqué de tu partida, y me tocó escuchar cómo se burlaba de mi necedad. A veces me consolaba trayendo tu recuerdo, o al menos eso pensaba él, porque de consuelo no tenía mucho.
Últimamente me ha tocado vivir en incertidumbre, y han llegado veces en las que no me importa mostrarme débil mientras escribo, no he aprendido a amar como aquí juegan, ni me importa cuánto vivan mis amores. Yo amo mientras puedo, por eso estoy aquí contigo, por tu duda, por todo lo que no sabes ni averiguas; amo tus alas, tus vuelos, tus caderas donde termina mi noche, mi nostalgia…no me importa que no entiendas que te amo, que dudes y llores y preguntes y reclames.
A este corazón desvencijado que marcha a contratiempo, que llega siempre tarde, que arrastra los minutos y no sale de tu calle. A este corazón tan malhumorado, que ha estado en muchos puertos, que no supo amarrarse, que no me da la mano y cruza sin mirar a ambos lados. A este corazón que llama y cuelga, que teme a las visitas, que a veces se apaga horas enteras, que salta de improviso y la mayoría del tiempo no recuerda lo que sueña. A este corazón, tan triste y a la espera, se le ocurrió amarte y sin saber a ciencia cierta si era una buena apuesta, entregó todas sus fichas a la casa y perdió (¿o tal vez encontró?) el sentido con el que había vivido todo este tiempo.
En ocasiones pienso que ni tu amor era tan grande ni la paciencia mi condena. Cuando no me mata la espera, me mata el necesitarte. Tanto dije de ti, tanto de planear juntas, que me apuro a barrer mi casa, para ya no tener recuerdos tuyos.
Yo de ti fui tu vida más breve, tu amor eterno inconcluso; fui todo lo que soñé y que pude ser a tu lado, todo lo que fuimos, todo se vivió en algún sitio. Pero no fui motivo y me duele perder lo que nunca he tenido. Ahora retomo las frases, vuelvo a llenar hojas blancas de figuras negras, me hago un nudo permanente en la garganta, vuelvo a mirar lo que tengo, lo que nunca fue tuyo ni será de nuevo mío. Intento aprender a amarte de a pocos, media de amor y media de olvido. Por si volvieras, me quedo con algunos planes, con todo el valor…pero tonta que soy, olvido el dolor, olvido tu olvido.
Me pregunto cómo sería despertar una mañana sin tenerte y sin revisar el teléfono con esperanzas de que la pantalla me mostrara caracteres acomodados de manera estratégica, indicándome que me hablaste antes de irte a dormir. Me gustaría también pasar los días sin luchar con mis deseos de llamarte, de decirte algo tan simple y trivial como un “hola”. Me gustaría ser más fuerte que ellos y no sucumbir tantas veces. Ni siquiera me atreveré a hablar de las noches.
Hace poco me contaron un cuento, un cuento de independencia y libertad, en el cual me mataron. En la realidad del cuento, yo nunca me había enamorado, nunca había sentido la necesidad de correr a tus brazos en cuanto aparecieras en mi línea de visión. En ese cuento yo morí hace años, pero diré que morí hace poco porque apenas hace poco lo contaron. Mencionaba también que nunca me había sentido powerless, ni triste al no sentirme correspondida. “Un cuento de independencia y libertad”, me dijeron, y mientras me lo relataban, yo solo podía pensar en ti. En ti y en tus sueños, en ti en mis sueños, esos en los que la puerta siempre está abierta y la luz se cuela por las ventanas y las tejas de la casa blanca, revelando pequeñas partículas de ti que flotan en el espacio por el que te mueves. Todo es simple en mis sueños; los muebles, la estufa, nuestra cama. En mis sueños, tu risa lava el mundo a diario por la mañana, cada canción que escucho fue escrita para ti y no hay duda de ello; en mis sueños, despierto y me miro soñando contigo a mi lado todo el tiempo.
Viví mucho tiempo en la oscuridad, completamente sola. Tanto que me acostumbré a ella; sin embargo, no le tengo miedo a la luz, ni a la sombra que ésta genera.  No le tengo miedo a la soledad, pero le temo al hecho de estar sin ti.

Así, todo el tiempo me la paso escribiendo para y por ti. Llenando espacios blancos de pequeñas manchas negras que poco a poco me va costando más trabajo ver. Espacios en blanco ya no tan blancos que tal vez tú nunca llegarás a ver. Sí…practico el vandalismo en hojas de papel bond, eliminando los blancos con letras que poco a poco se van acomodando hasta cobrar un sentido (tal vez solo para mí) en común. Pero siempre dejo un espacio en blanco entre todas estas manchas vandálicas, esperando que algún día, con suerte, llegues tú a llenarlo. No me dejes con el cuaderno en blanco, no dejes mis canciones sin destinatario. Ya no más, no me hagas callarme de nuevo.

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