Lo que fui antes ya no va a volver. Nunca volverá a llorar, pero tampoco volverá a sonreír. Cuando vuelvas (si vuelves), buscarás el reflejo de alguien que ya no existe.
No podré darte la calma de antes, jamás te volveré a mirar y sentir que todo el amor cabe entre tú y yo. Tú no serás, tampoco, quien habitó mi hogar. Lo que encuentre de ti serán sus escazos restos. ¿Cuánto tiempo habré demorado en darme cuenta de que estaba muriendo otra vez? Atrapado en el limbo de la necesidad. De verte, de besarte, y sobre todo, de que me aceptes.
Todas las tizas se quebraron pero el pizarrón todavía conserva alguno que otro garabato. Quisiera decir que no me duele haberme quedado a esperar, o que no sabía que ibas a hacer que me fuera. Si pudiera, arrancaría de raíz este remolino de sentimientos que me envuelve cuando te pienso. Y sé que es por ahora, sé que es el momento, que no siempre va a doler así.
Pero también sé que siempre va a dolerme recordar que me encerré en tus brazos, que abandoné todo lo que había hecho para mí, y tú no fuiste capaz de sostenerme sin destruirme.
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