El día no empieza con tu nombre.
O sí, pero ya no estás para reclamarlo.
El cielo llora, las aves cantan, las nubes se abren y tú no estás aquí.
Tu nombre y todo lo que me quedaba por decirte, se quebró en mi pecho.
Todo el espacio que quedaba para albergar lo no dicho se llena, de pronto y sin avisar, de piedras que amenazan con hundirme.
Más allá de esta orilla donde me había refugiado, la tormenta se bate en mar abierto.
Todo lo cálido de pronto se vuelve hielo, me llama a la rendición, susurra mi nombre desde lo más profundo del dolor que jamás he querido atestiguar.
Quizá el alivio, quizá la ignorancia, quizá las ganas de rendirme. Algo me llevará hasta allá.
Pido descanso, quiero un resquicio.
Tan solo una pausa a la tormenta que se bate en mi interior, que amenaza con quebrarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario