Me arde la piel donde estuviste. Mis manos corren por los caminos que me dibujaste y en cada esquina se encuentran recuerdos. Mi cuerpo, tu casa.
Las sonrisas pasan a mi lado y me acarician; algunas me golpean la cara burlonamente y después se van.
Varias rutas se cerraron por demolición, o tal vez remodelación. Mi mente camina sin rumbo entre calles llenas de fantasmas y voces que logro escuchar a lo lejos. Las manos tratan de encontrarse con la mente, entre un sinfín de escombros que ninguno de los dos sabe de dónde salieron, esto no estaba así.
Alguna vez la mente tuvo mapas de todo esto, pero perdida ella, lo demás también se perdió y en este punto, no sabía cómo encontrarlo.
¿Cómo se iban a encontrar esos dos? Cada uno perdido en su propio duelo, en su propio letargo, separados, ya no en sintonía, sin comunicación. Separados por quien alguna vez los unió, pero el cuerpo está en ruinas. El cuerpo está en remodelación. El cuerpo no está.
Las manos lo recorren y encuentran basura, enredaderas, telarañas. La mente lo recorre y solo ve fantasmas, solo encuentra callejones sin salida. En el centro algo late, pero quién sabe cuánto aguante; lo de la mente y las manos es una carrera desesperada, un impulso por reencontrarse, una lucha por la armonía perdida, el viaje por salvar una tríada que se descompuso.
El tiempo pasa y las calles se hacen más complejas, se tornan laberínticas; las manos escuchan el rugido de un mar furioso cerca, la mente a lo lejos. La desesperación de ambos se sincroniza, tienen que encontrarse, tienen que llegar al centro del cuerpo, tienen que arreglar la tríada.
Rompen reglas, saltan bardas, derrumban paredes conscientes de que es daño colateral, pero reparable.
El cuerpo lo siente, sus adentros se retuercen, algo le quema el pecho, pero sus manos no están, la mente tampoco y no puede pensar, se condena a sí mismo a permanecer inmóvil, sintiendo dolor pero ignorando la fuente del mismo; grita por ayuda y las manos y la mente responden, pero están lejos de que el cuerpo pueda escucharlos. "YA CASI" se engañan, "ya casi llegamos, ya casi nos encontramos". Pero están en lo cierto. Los fantasmas se hacen a un lado, los escombros no estorban, los rugidos del mar cesan por un momento y les permite pensar; las manos y la mente se encuentran en medio del caos. Miran a su alrededor y saben que tienen que llegar al centro, a arreglar la tríada, a recuperar el equilibrio. El cuerpo yace bajo ellos, herido, con la vida escapándosele poco a poco. Las manos hacen lo suyo: limpian las heridas, recogen lo que se había caído y lentamente ponen todo en su lugar, mientras que la mente consuela, escucha, reconforta. La tríada comparte el dolor, pero también comparte el duelo, y con él, la solución.
El cuerpo reacciona, por fin, aunque despierta al dolor. Pero no está solo, la tríada lo protege. No sabe por qué, pero tiene la seguridad de que juntos reconstruirán todo lo que derribaron, sabe que no está perdido.
Pronto, todo volverá a estar bien.
sábado, 5 de septiembre de 2015
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