Un día se abrió la válvula y ya jamás se volvió a cerrar. La fachada de hierro en realidad era de piedra, la gota constante partió la máscara.
No sé si es que en realidad desperdicié todo ese tiempo, o tal vez solo me estaba preparando para cuando mi pecho pudiera contener todo lo que significa querer querer tanto [ya he muerto en esta hoguera].
Por hoy agradezco que ya no me importe mostrarme vulnerable, poder conmoverme con lo que antes no reparaba, soltar una lágrima en público después de ver volar un ave, decirle a la gente que la amo y que me abracen cuando me he sentido perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario